Qué difícil es explicar lo
inexplicable, lo improbable, lo inesperado. Qué difícil es encontrar las claves
que llevan a cumplir un reto. Qué difícil es y qué fácil parece después.
EL ANTES
No entraba en mis planes hacen
un ironman en 2015. La experiencia de mi primer larga distancia en Julio de
2014 en Vitoria fue espectacular. No digo que fue un sueño porque ni siquiera
me lo había planteado nunca, hasta el día que pagué la inscripción.
No entraba en mis planes sobre
todo por el tiempo que hay que dedicarle. Más que por el esfuerzo físico de
entrenar, de renunciar a muchas cosas entre ellas a horas de sueño, por la
presión psicológica que supone tener que dedicar el cada vez menos tiempo libre
a sacar horas de entrenamiento. Apenas puedo sacar tiempo para un medio
ironman, como iba a afrontar, por segundo año consecutivo, la presión de tener
que dedicar de nuevo tiempo a entrenar de manera continua. No entraba en mis
planes, hasta que vi el vídeo promocional del Triatlón KM0. Eso lo cambió todo.
Un ironman y en mi ciudad, no podía ser espectador. Y así, el mismo día que
abrieron inscripciones, sin pensarlo dos veces estaba dentro de un nuevo y
desafiante reto.
Ha sido un año difícil. El
trabajo agota, absorbe mucho tiempo, muchos viajes. Seguramente he podido
entrenar más y mejor pero también he querido disfrutarlos y que no me supusiera
una penitencia. Creo que hay que disfrutar no sólo el resultado sino también el
camino hacia ese fin.
He de confesar que éste ha
sido el reto en el que menos convicción he tenido. El recorrido de bici me
asustaba mucho. Ya me cuesta escalar un puerto, imagina tres más otros 90km y
después una maratón… Una auténtica locura. Pero si no se intenta…
Muchos días, muchísimos he estado
a punto de borrarme, de dejarlo, de abandonar. Cada entreno en bici pensaba que
la montaña me iba a poner en mi sitio, me iba a dar una lección para aprender
dónde meterme y donde no. Pero después de cada entreno sacaba una parte
positiva. Al fin y al cabo todo suma.
Entrenamientos en grupo, sólo,
carreras… cuantos días y cuántos kilómetros.
El pequeño Tourmalet con Javi,
el desafío de los Puertos con gran parte de la manada Berraka (Chucho, Rafa,
Javi, Laure, Kike, Mariano, el Presi… alguno más alguno menos), salidas carril
arriba carril abajo, entrenos echando el higadillo en Altea con Jorge, la ruta
de los “randoneurs” con Mauro, Jorge y Pelayo, por el “valle digno” de
Tavernes- Gandia con el Presi, el triatlón de Oliva, el triatlón de
Guadalajara, Morcuera, Canencia, Cotos, Canencia, Cotos, Morcuera, Morcuera,
Morcuera… sólo mencionarlo me entraban los sudores. Ahí estaba mi reto. Ahí y
en los tiempos de corte.
A priori eran superables.
Llegar en menos de 3h30’ desde Riosequillo a Morcuera (haciendo una natación +
T1 en 1h30’) y llegar en 5h30’ a Navacerrada después de haber subido Cotos. A
priori superable sí, pero ahí no acababa la cosa. Aunque si bien es cierto, mis
mini metas eran esas y llegar a ellas me supondría un extra de motivación.
Tenías razón Lola, esta vez no
tenía cabeza. No tenía convicción. Algo no iba bien. Pero detrás de este reto
había otras razones por las que no podía renunciar. Razones que han estado desde
el inicio siempre presentes en todos y cada uno de los entrenamientos. Y son
ellas las que me hicieron cruzar la meta.
La primera la ilusión de
demostrar hasta donde soy capaz de llegar. No hay retos imposibles. Si se desea
de verdad se consigue.
La segunda el querer inculcar
valores como la pasión, el esfuerzo y la perseverancia que hay que poner a las
cosas para conseguir todo aquello que uno se proponga. Y si además esa razón
atraviesa la alfombra naranja y el arco de meta conmigo de la mano, más motivo
todavía.
TRIATLON KM0
Son casi las 6 de la mañana.
No ha hecho ni falta que suene el despertador. Llevo más de una semana soñando
y despertándome con el KM0. No dejo de soñar con la bici, con los
entrenamientos, recorridos que he hecho, que debería haber hecho y como no, con
Morcuera. Tengo todo listo. Sólo echo en falta algún compañero, amigo, familiar
con el que poder compartir todos esos momentos. Dejo la habitación de La
Cabrera donde he dormido, cerca de Buitrago, y de camino allí me acompaña una
enorme luna naranja indicándome el camino, a punto de ocultarse por las
montañas por las que en unas horas tendré que pasar.
Al llegar a Riosequillo me
obligan a aparcar lejos de la T1. Hay casi 1km hasta la transición. Cojo las
bolsas y pensando en regresar a dejar la bomba y demás cosas comienzan los
errores. Los nervios me impiden pensar con claridad y aunque he hecho muchos
triatlones, éste parece que sea el primero.
Llego a la bici, la bomba no
va, se me deshincha la rueda delantera y tengo que pedir otra bomba. Coloco
bidones, herramientas, bolsita con los geles y barritas y voy a la carpa donde
dejo la bolsa con la equipación de bici y la mochila con objetos personales que
me bajarán a la T2. Recojo gorro, chip pero me falta el neopreno! Voy muy justo
de tiempo y me tengo que dar una carrera enorme de nuevo al coche. Convenzo al
guardia civil para que me deje pasar en coche y aparcarlo junto a la T1 porque
si no no llego. Están a punto de dar las primeras salidas; la mía es la última.
Quedan 10’. Corriendo de nuevo a la carpa al llegar me doy cuenta de que me he
dejado el gorro en el coche. De vuelta otra vez y echando sapos y culebras por
la boca. Por fin todo listo y en su sitio, llego con apenas 3’ de margen a mi
salida. Allí está otro Berrako, Josele, con el que me fundo en un abrazo y
aprovecho a descargar todo el estrés de ese momento. Y sin más dan la salida.
El agua fresquita, pero con la
carrera que me he dado ni lo noto. Las primeras brazadas trato de colocarme un
poco mejor el neopreno, me tira mucho de hombros porque no me lo he estirado
bien. Trato de ver las boyas, muy pequeñas y con la luz de fondo aún se ven
peor. Me fijo en las estelas de los de alante y a nadar. Trato de coger ritmo y
rumbo, pero no veo nada. Al llegar a la primera boya, la segunda se ve aún
menos. Sigo estelas hasta que en un punto me paro y veo que no sólo estoy
perdido yo, los de mi alrededor están preguntando igual. Nos hemos desviado
bastante y por fin corregimos hacia la segunda boya. El ritmo no iba mal,
aunque ha sido la vez que más agua he tragado. Entre eso, la deriva y el estrés
del inicio se me pasa por la cabeza la retirada. Morcuera y Cotos me siguen
imponiendo mucho. Fin de semana aciago para los Berrakos- Zagrosianos pienso.
Raul, Aitor y Rober que empezaron el viernes el ultra de 176km por la Sierra se
tuvieron que retirar por distintos motivos a las pocas horas. Por un lado
tendría una cierta excusa, pero por otro la oportunidad de vengarles y
representar al grupo en la primera edición de uno de los triatlones más duros y
el más difícil al que me he enfrentado nunca. Me quedo con los segundo y con
positividad sigo dando brazadas. Casi concluyendo la primera de 2 vueltas, noto
que mi ritmo es bueno y aunque no quiero mirar el reloj necesito hacerlo para
comprobar que mis sensaciones son reales. Efectivamente casi al final de la
primera vuelta llevo 26’. Esto me coloca en poco más de 1h de agua. Justo el
tiempo que esperaba después del último test de la semana anterior, en el que
hice 3.450m en 1h. Entonces pienso en disfrutar. Disfrutar de la travesía, del
paisaje, del entorno, de todas las satisfacciones que me han llevado hasta
allí.
Pero la deriva y creo que algo
de corrientes me juegan una mala pasada. En los últimos 600m ya pensando en la
transición caigo en una cosa: creo que me he dejado las zapatillas de la bici
en el coche.No puede ser!!! Lejos de enfadarme me lo tomo con filosofía y me da
por reir. Planifico cómo ir a por ellas y termino el agua muy lejos de mi
tiempo habitual, 1h 26’. Mal, bastante mal. No importa, mi estrategia de
carrera contaba con un margen y hacer el agua + T1 en 1h30’. Estoy cerca así
que a seguir.
En la T1 todo al revés. Los
nervios y el haberme dejado las zapatillas en el coche me han dejado KO. Me
coloco primero el maillot, luego el culotte… ah no, que es al revés…. Al final
9’ de transición. Cojo la bici y me subo descalzo en ella hasta llegar a la
altura del parking. Me bajo ante los ojos atónitos de los espectadores que no
se pueden creer lo que les cuento. Gritos de ánimo y por fin empezamos a
pedalear. Una lección: no vuelvo
a correr un ironman sólo.
Por suerte empiezo a pedalear
y recupero la concentración. La voz de Jorge no para de sonar: no vayas
atrancado. Come. La clave de este triatlón está en la alimentación. Y así lo
hago.
Hasta Canencia hay varias
subidas y lo que pensaba sería un camino de una media hora se me alarga 45’
hasta el pueblo. Comienza la subida y comienza mi territorio. He pasado a
muchos ciclistas, alguno me ha pasado a mi también. Cada uno que dejo atrás me
da un empuje extra de moral, aunque también pienso que en la subida recuperarán
posiciones. Yo no soy bueno subiendo, pero bajando ya veremos.
No tardamos en llegar al puerto.
Bien de piernas, sonriendo en las fotos y a bajar. El recorrido lo conozco y
eso ayuda mucho. En nada llego a Miraflores. Cientos de personas animando y yo
deseando que alguna de ellas sea una cara conocida que me de fuerzas. Giro a la
derecha y ya estamos ante el primer gran reto: 8/9km de subida con desniveles
entre el 5% y el 7%. Máxima concentración y al tran-tran. He subido ese puerto
muchísimas veces, muchísimas menos de las que debería, pero a mi ritmo sé que
lo haré. Mi tiempo estimado de subida son 45’. Paso animando a otros
corredores, otros me pasan como un obús. La parte dura se hace cuesta arriba.
Voy con todo el desarrollo metido y casi parado, pero tranquilo y tratando de
no sobrecargar demasiado las piernas. Me animo y pienso que no hay mal que cien
años dure, todo pasa y este puerto también. Y así es. Por fin llego al puerto
de Morcuera, ese tan temido, y habiendo cumplido e incluso rebajado en 1’ mi
previsión de 45’ sobre el tiempo de corte. La bajada la conozco bien y con la
carretera cortada al tráfico se hace más divertida. En ese punto de nuevo
siento que disfruto del triatlón.
La recta hasta Rascafría que
otras veces se me había hecho bola, esta vez pasa desapercibida. Paso junto a
las terrazas donde tantos pinchos hemos tomado y recuerdo uno de los últimos
con Cristina, Sergio y Chucho precisamente hablando de esta carrera y de lo
loco que había que estar para hacerla. Pues allí estaba yo, con dos puertos
menos y a punto de dar cuenta del tercero.
Cotos es más suave aunque más
largo, pero desde un punto el 6% de desnivel no deja de acompañarnos. Alguno de
los que paso me lo preguntan, pero esto no se acaba nunca?? Ahí me doy cuenta
que aunque poco entrenamiento, el conocer la zona y haber hecho el recorrido ayuda
mucho. Sin demasiado sufrimiento llego a Cotos pero ahí no termina, aún quedan
unos kilómetros hasta Navacerrada, mi segundo gran objetivo y el
avituallamiento especial. La idea era mantener e incluso alargar mi margen de
tiempo respecto al corte, y superando toda expectativa llego con unos 20’ de
margen más. La fuerza moral es inmensa. Sé que a partir de ese punto aún le
recortaré más tiempo al crono y ampliaré mi ventaja. Y tras una paradita para
estirar las piernas, rellenar bidones y comer mi sándwich de Nutella, de nuevo
a la bici.
Bajar se me da bien, más aún
si es en una carretera que conozco y con el tráfico parcialmente cortado.
Resultado un misil a 82,4km/h. Desde la curva hacia Cercedilla el recorrido es
desconocido para mi. Justo en esa curva me parece ver a Javi, otro compi de
Zagros. En la meta me confirmó que era él. Más o menos en la hora de paso
prevista que le dije.
Todo iba a pedir de boca,
disfrutando y con la enorme satisfacción de haber superado con nota los tres
puertos.
Aún quedaba la mitad de la
bici y luego una maratón! Buff, mejor ni pensarlo. Primero acabar la bici y
luego ya afrontaríamos la carrera a pie. Esa era otra carrera, otro reto. De
momento a terminar la bici que a veces cuesta, pero pienso en la medalla y en
la camiseta. Las quiero, quiero ganármelas y quiero cruzar la meta con Carlota.
No hay opción de no llegar. A por ello.
El resto del recorrido está
lleno de sube-bajas. Pero nada comparado con los puertos. Es impresionante el
despliegue de seguridad. No hay ni un km del recorrido sin señalizar con conos.
No hay un cruce, una glorieta en la que no haya guardia civil, policía local,
protección civil o cruz roja. IMPRESIONANTE! Desde luego un aplauso enorme a la
organización en este sentido, y es que ese apoyo es fundamental para que una
prueba como esta se organice con las garantías necesarias.
Llegando a Majadahonda y tras
una buena subida, un cartel de 7km a Madrid me despista y hace ilusiones, pero
un desvío a la derecha en dirección a Boadilla me pone de nuevo en mi rumbo y
compruebo en el Garmin que aún quedan 20kms. Con tormentas cada vez más cerca y
olor a lluvia y a mojado, ese último tramo atravesando Monteprincipe y Pozuelo
se hace más largo de lo normal, pero de repente ya estaba entrando en la Casa
de Campo y los últimos kms con el refresco de la lluvia son de enorme
satisfacción. Con lágrimas en los ojos concluyo la parte más dura del KM0. Ahora
empieza otra carrera. Ahora empieza el ironman de verdad.
La T2 al igual que la T1 me lo
tomo con calma. No aspiro a hacer marca. No me preocupa perder tiempo. Prefiero
relajarme, disfrutar del momento y reponer energías antes de salir a correr. Al
llegar a la transición no puedo evitar lanzar un grito de ánimo a todos los corredores
que estaban también por allí, alguno de ellos me mira con cara de “a este que
le pasa”. Por el pasillo hacia el comienzo de carrera voy escuchando la voz del
speaker animando y leyendo nombres y dorsales de corredores. Es como salir a un
ruedo, lleno de gente, deseando ver a los tuyos pero tratando de no perder la concentración.
A los pocos metros cruzo uno de los arcos al tiempo que escucho mi nombre.
Pensar en hacer una maratón ya
es de por sí fuerte, y si además lo haces después de nadar y la bici, parece
una barbaridad. En realidad no me planteo hacer una maratón. Mi objetivo en la
carrera es dar 4 vueltas a un circuito que tiene 4 avituallamientos por vuelta,
y que tiene 5km de ida y 5 de vuelta. Así es como me lo planteo, y así es como
me lanzo a correr.
Voy buscando caras conocidas,
apoyos, ánimos. Los he echado en falta durante todo el día. Se notan y
aprecian cuando están pero más se notan cuando faltan.
Antes de acabar el primer
kilómetro oigo los gritos de Carlota. Justo acaban de llegar con pancartas y
otros abalorios. Paro a saludarles y sigo con mi carrera, esta vez buscando a
Kike y David que están de voluntarios en alguno de los puntos de agua. Al fin
les veo y mientras ando un poco les voy contando mis anécdotas. Estoy bien, con
energía pero sobre todo con mucha moral y mucho ánimo. En la carrera a pie
estaba seguro que se acercaría mucha gente a verme y ese extra de motivación me
iba a venir genial. Sin darme cuenta ya doy la vuelta y sólo me quedan 5kmde mi
primera vuelta. Vamos bien pero aún queda mucho.
Veo a algún Pro que aún no ha
terminado (Alex Santamaría) y eso me da ánimos. Tampoco voy tan mal. Lo normal
es que cuando yo empezase a correr ellos ya hubieran terminado. El que no se
anima es porque no quiere… jejeje.
A poco de terminar la última
vuelta de nuevo mi familia. Carlota corriendo unos metros conmigo y dando
ánimos como si se acabara el mundo. Más allá Elena, María, Jorge, Pelayo,
Clara, María, Isma, Vero, Cris, Mariajo, Raquel, Sergio, Lola, Gema, Javi S.,
Javi G….. quizás me dejo a alguien pero os aseguro que durante todo el
recorrido hasta allí he tenido recuerdos de todos. Las enseñanzas de la familia
Berraka, todos unos auténticos cracks encima de la bici y fuera de ella. Y como
no de los maestros Zagrosianos Rober y Angel. Imposible no oir sus voces nadando
en Riosequillo… mete la mano adelante, gira el cuerpo, empuje, apoyo,
respiración… muy grandes!
Máxima concentración, mente
fría y objetivos cortos: avituallamiento frente al Calderón, avituallamiento en
el puente, vuelta y de nuevo avituallamiento, estadio, NH Ribera de Manzanares,
las torres junto a las que está mi familia y paso por el arco y recogida de la pulsera
correspondiente. Esas son mis mini etapas.
Ya sólo me queda una. Voy
bien, muy bien. Un ritmo continuo, sin pararme demasiado y sin molestias de
nada. Voy a terminar, lo sé. Ni las ampollas que cada vez se notan más ni las
molestias en el estómago que han empezado a aparecer me van a parar. De camino
a por la última pulsera oigo uno que me dice “ vas a flipar como está la Puerta
del Sol. Animo que ya es tuyo”. No quiero ni imaginármelo. Una llegada así en
el centro de Madrid, no se puede explicar con palabras.
Nos vamos a Sol. En la subida
por la cuesta de la Vega hacia la catedral no paran de aplaudirme y darme la
enhorabuena. No puedo dejar de sonreir, dar las gracias y devolver esos
aplausos. Cruzo la calle Bailén a la que los guardias han detenido la
circulación. Pitos de bocinas, gritos, aplausos… es indescriptible. Sigo
corriendo buscando ya el punto de recogida de Carlota. Allí está, nerviosa como
todos, esperando ese momento. De la mano como tantas veces he soñado en estos
meses, nos dirigimos a la alfombra naranja convirtiéndome en finisher del
primer Triatlón KM0.
Allí me esperan David y Kike
para colgarme una medalla que sabe a gloria.
DESPUES DE LA CARRERA
Ya ha pasado una semana. Ha
sido una semana de emociones. De compartir la experiencia, de contar los
detalles, de seguir recordando cosas, de quizás lamentar no haber disfrutado
más la llegada, de no haber agradecido lo suficiente a todos los que fuisteis a
verme.
Hará falta más de una semana
para asimilar lo que este Triatlón ha supuesto y la huella que dejará en mi.
Desde luego la dejará, como cada uno de los retos a los que me he enfrentado
demostrando una vez más que con convicción, todo es posible.
Esfuerzo, sacrificio,
superación, disfrutar no sólo el fin, sino el camino que te lleva al fin. Eso
es Triathlon, eso es Triatlón KM0.
Gracias a mi familia,
incondicionales y acompañantes ineludibles de mis retos. A Carlota, que espero
saque partido de los valores positivos que exigen este tipo de retos. A mi Bro
y a la jefa, por sacar lo mejor de mí y espolearme, aún cuando no me queda nada.
A Elena, mi recarga de energía positiva y motivación. A mis compis de Zagros y
Berrakos, compañeros de fatigas, retos y de sebo. A los muchos amigos y amigas,
los de aquí y los de allá, que comparten mis ilusiones, mis sufrimientos, mis
dudas y que siempre tienen una palabra de ánimo y no pierden la fe en mí ni en
los días más negros. Para todos vosotros va dedicado este triathlon. GRACIAS!!!